El camino al cielo se siente como el infierno, y el camino al infierno se siente como el cielo.
Somos seres en constante búsqueda de felicidad, y muchas veces la encontramos a través del placer. En esa búsqueda tendemos a elegir lo cómodo, lo agradable, lo apetitoso, lo fácil y lo rápido. Sin embargo, aquello que nos llena de tanta dopamina y placer momentáneo puede terminar perjudicándonos.
Como dice esta frase, mientras caminamos hacia el infierno, podemos sentir destellos momentáneos de ese cielo. Me gusta usar esta analogía para entenderme a mí mismo, y cómo muchas veces priorizo la gratificación inmediata —como pedir una comida rápida a domicilio— en lugar de preparar algo más sano, aunque requiera más tiempo y esfuerzo.
Esos pequeños minutos de placer suelen convertirse en pequeños arrepentimientos, porque sé que podría haber elegido mejor. Este sencillo ejemplo me ha ayudado a comprender la importancia de optar más seguido por aquello que se siente como el infierno: el esfuerzo. Porque al final, elegir lo que requiere más dedicación y disciplina es lo que realmente nos acerca al cielo: nuestras metas, nuestra salud, nuestra paz interior.
Para que eso ocurra, debemos atravesar la incomodidad de hacer el trabajo, sacar el tiempo para ejercitarnos aunque estemos cansados, o preparar una comida nutritiva en lugar de ceder ante el antojo.
He comprobado que esas decisiones incómodas son las que más satisfacción generan, porque son las que más esfuerzo demandan.
Claro que está bien darnos permisos para disfrutar de un buen antojo ocasional, pero en mi experiencia, la verdadera satisfacción —la que perdura— nace de esas elecciones incómodas, conscientes y laboriosas.